Estaba aún caliente el cuerpo del general, cuando sonaron las doce campanadas que daban la bienvenida a 1976. Todos éramos conscientes de que estábamos en el umbral de una nueva etapa para España y que los aconteceres del nuevo año marcarían nuestro futuro, el futuro de una nación cuyas gentes deseaban borrar para siempre el "Spain is different" y participar de los mismos derechos y libertades que el resto de la Europa occidental.
Residía yo entonces en Madrid, en el número 68 de la calle de Viriato, en el distrito de Chamberí, lo que me permitía vivir en primera persona, todos los aconteceres sociales y políticos de la época. Recuerdo aquellos primeros desnudos del cine español (Mª José Cantudo en "La Trastienda"), los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente ("El hombre y la Tierra"), o el "infantil" Gran Circo de TVE, que ese año perdería a Fofó, para que el resto de la familia Aragón pudiera decir aquello de "el espectáculo continúa".
Mediado el año, el rey tomó una de esas decisiones, que a la postre le aseguraron el respeto internacional. Forzó la dimisión de Arias Navarro como presidente del gobierno, para entregar el cargo a un Adolfo Suárez que acababa de pronunciar en las Cortes un discurso en el que defendía que había que "elevar a la categoría de normal, lo que a nivel de calle es simplemente normal". La transición hacia la plena democracia se ponía en marcha. "Libertad sin ira" del grupo Jarcha, se convertiría en un himno oficioso para los españoles, que en el mes de Diciembre sancionarían en referendum la "Ley para la Reforma Política", que permitiría desmontar desde la legalidad en entramado político del régimen anterior.
En el año 76, salió a la calle el diario "El Pais", que en aquella época supuso romper la esclerosis informativa de una prensa que todavía funcionaba bajo la amenaza de la llamada "Ley Fraga" de 1966. El billete de metro costaba seis pesetas y toreros como Paquirri, Manzanares o El Niño de la Capea, llenaban las plazas españolas.
Pero si el año de por si era ilusionante, a nivel particular y familiar, un hecho, para mi inesperado, nos conmocionó a todos. Avanzado el mes de Marzo, recibí una llamada telefónica desde Cartagena. Una diminuta niña llenaba por completo el hogar de mis tios Rafael y Reme. Todo había sucedido ante mis narices sin yo percibirlo. A escasos trescientos metros de mi vivienda se encontraba la Clínica de La Milagrosa, administrada por una religiosa de origen cartagenero, Sor Carmen, quien se apresuró a avisar a mis tios que había una niña para adopción.
Ni que decir tiene, que tomé uno de aquellos trenes-correo que hacían el trayecto nocturno y tardaban entre diez y doce horas en llegar a Cartagena, para conocer al nuevo miembro de la familia.
Para quienes no estábamos acostumbrados a los recién nacidos, ver a esa niñita tan sonrosadita, con todos sus deditos, sus orejitas, todo bien formadito fue deslumbrante. Aquella niña despertó en todos nosotros mucha mayor ilusión que cualquier miembro sanguíneo de la familia. Todavía había que superar los trámites burocráticos de la adopción, pero ya nadie fue capaz de arrebatar aquella niña a esta familia: su familia.
Publicado en depuntillas (meme) fecha 24/01/09